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Considerando

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Cambio mis rutas todos los días. Voy a empezar mis prácticas en ese mismo hospital y eso me pone tan melancólica como tonta. Olvidemos el pasado. Olvidemos el pasado, aunque mis nuevos análisis lo vuelvan presente. Al LES no lo olvidaremos nunca. Mejoró el tiempo y las ganas, no tanto mis Little kidneys, ellos más bien empeoraron, pero no pierden las ganas. Empecé a cruzar la plaza, cantando, mirando, disfrutando los segundos. Hace un par de años no reparaba en detalles. Por un lado, cuido mis pasos porque le tomo el peso a la vida que tengo, por otro lado, tengo todo el tiempo del mundo. El 20 de Noviembre empezó. Nunca va a terminar. Vivir así. Lo peor es que me dan ganas de vivir así y no como antes. El terror a no poder moverme de nuevo, terror al dolor. Al dolor físico, al otro ya menos. No es superficial. El dolor físico te derrota, hasta más que el otro, lo supe después de haberlo ignorado toda la vida. Lloraba cuando apoyaba los pies en el piso, el dolor era horrible, otros días no pude bajar las escaleras, el dolor y las inflamaciones articulares fueron, y todavía a veces son, normales, los calambres interminables, constantes, como los mareos, temblores y demás. Yo me vi derrotada, inmóvil, sin ánimo, sin ganas, sin nada. Día a día. Sentía sincera compasión. Me compadecía de mí, nunca había querido ver cómo estaba. Tuve que no poder moverme para decirme: "Pobrecita". Pobrecita, pobre. Al fin me di el derecho de tenerme pena, de compadecerme, de apiadarme de mí. "Pobrecita, no se lo merece", habría dicho. Pero no: "Pobrecita, no me lo merezco". Era yo hablando de mí. Era yo la que lo estaba pasando mal. Entonces me di cuenta de que no quería pasarlo así de mal. No me lo merecía y, más simple, no quería. Hace rato no lloraba, ahora sí. Hoy sí, amerita, vale la pena tener pena. Quería otra cosa para mí. No esa vida de hospital, esos músculos desgastados, las venas irritadas, todo ese conjunto de dolores. Me convencí de algo: no quería estar ahí. Era un buen comienzo, por algún lado tenía que partir. Quería salir de ahí. Quise salir de ahí, quiero salir de ahí. Ahora es diferente, seguiré siendo la que da pena, aunque ya no me tenga pena .Era tan obvio que nada iba a ser lo mismo. Tengo esperanzas. Agarré todos los pedacitos y hoy tengo algo así como una vida. No estoy eufórica con ella, tengo bastante para amargarme, pero trato de que no me gane. Pasó el encandilamiento, ya pasó más de medio año. Había fracasado en la facultad, en amar, en trabajar, en hacer amistades, en cantar, en leer; había fracasado conmigo misma. Había fracasado nomás, lo reconozco. No es que no me vaya a aguantar más fracasos, porque sí, pero les doy la bienvenida, es aceptable, es comprensible que no todo vaya bien. Cuando todo se empezó a destruir, no lo podía entender. Lo entiendo, lo acepto, lo abrazo. Tampoco tengo vocación de sufrida, pero me asumo vulnerable a las caidas... antes me costaba un montón. Me cuido y a la vez hago cosas que no me habría imaginado hace un año. Creo que me emociono menos que antes pero es falso. No soy un ejemplo de superación como el hombre sin extremidades, o sí, no sé. Al menos me superé a mí misma, me vi fracasada, desahuciada por mí misma y salí de eso. Es difícil ganarse a sí mismo. Fuckin' auto anticuerpos, son jodidos. No me quisiera morir todavía. La vida es como la mierda, pero volvió, con mis amigos (los que quisieron quedarse, el resto buena vida) la facultad, las risas, volvieron en cantidad. A veces me siento tan eufórica, que me vuelvo boba, casi insoportable. Pero mi cuerpo, mi alma están tan felices de volver a tener ganas. Tengo terror a que me las quiten de nuevo, no me lo permitiría. Si uno no necesita tanto y gusta de echarse a morir. Enfermese... renacerá. Con caídas gigantescas se aprende a no ser tan llorón. Renacerá no como una cosa increíble, pero sí como una cosa sensata. Del bien. Las cosas del mal no son eternas y lo único que no tiene remedio es la muerte. Porque hasta el desamor tiene. Palabra de hombre. Ya sé que no soy hombre, pero suena mejor. Adelante la vida, sea lo que sea, porque salva. Yo no salvo a nadie, pero la vida sí. Y viéndolo del lado positivo, es como buena onda.

Mi sangre al fin

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Prefería ser la sangre seca a ser el espanto. Morir a ser agonizante. Días atrás, di un pedazo de mi sangre para que midieran cuan viva estoy. Hace un tiempo intercambié salud por existencia.

El mejor de los tratos que alguna vez pude hacer.

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